Cocos Island, Pacific Ocean – Here we do not hear cars, it is not necessary to go to the store, a restaurant or a mall, I do not have to carry cash and I live in total harmony with Cocos Island.
I first arrived in October, the worst season for making the crossing, but even the strength of the waves could not dampen my desire to know this natural beauty. I remember that when I saw it for the first time, it felt like a dream come true.
I had spent much time immersed in marine biology textbooks at the National University, and now I was staring at a living textbook, it moved it shouted and it transformed me. Last Tuesday, over the Internet, we learned that the island could possibly become one of the “Modern Seven Wonders of the World.” But, we know that it already is.
At night when we finish the days work, we only hear the rain falling, or the blades of a fan. Silence is absolute. This is a quiet place. There is no fear. We can walk the trails without fear of assault or murder. This is another Costa Rica. Here 300 miles from Puntarenas, the sunrises resemble the sunsets. The sun rises as we patrol the island. The spectacle is unique and beautiful. The island remains black as the sun begins to illuminate the sea. This month we wait for the arrival of the fishermen. We watch cautiously, they hide between the islets and cast their nets to try to poach the rich marine life found here.
It is incredible to think that below us are hammerhead sharks, whale sharks, manta rays and moray eels. It is a quiet day. The sun is shining, but there are also pockets of rain, this is because the island is located at an intertropical convergence. Being here is the dream of every nature lover. However, it is also hard work.
No one can get sick. The nearest hospital is a 20-hour boat journey. The best thing is to be in very good condition. The evening is falling and the sun illuminates the mountains…
Being here is my dream turned reality.
By Geiner Golfin
Isla del Coco, Océano Pacífico. – Aquí no se escuchan carros, no hay necesidad de ir a la pulpería, a un restaurante o centro comercial, no tengo que andar dinero, vivo en total armonía con la Isla del Coco.
Llegué en octubre, época de mal tiempo para navegar, pero ni la fuerza de las olas del mar, amainaron mi deseo de conocer esta belleza natural. Recuerdo que cuando la vi, por primera vez, sentí que un sueño se había hecho realidad.
Tanto tiempo metido en textos de biología marina en la Universidad Nacional y ahora estaba frente a un libro vivo, que se mueve, que grita y se transforma. El martes pasado, por Internet, nos dimos cuenta que la isla está postulada para ser una de las siete maravillas del mundo. Pero, saben una cosa, ya lo es. Lluvia y abanico Aquí, en las noches, cuando terminan las labores del día, solo se escucha la lluvia al caer o las aspas del abanico. El silencio es absoluto. Es un sitio tranquilo. El miedo no existe. Se puede salir a caminar por los senderos sin el temor de un asalto o asesinato, ésta, es otra Costa Rica.
Aquí, a 555 kilómetros de Puntarenas, los amaneceres parecen atardeceres. El sol sale mientras patrullamos los alrededores de la isla. El espectáculo es único, hermoso. La isla se ve negra, mientras el sol ilumina el mar. En este mes, esperamos a los pescadores. Hay que tener cuidado. Algunos se esconden en islotes y tiran sus redes para llevarse otra de las riquezas que tiene, su vida marina.
Amor a la naturaleza
Es increíble pensar, que debajo de nosotros hay tiburones martillo, tiburones ballena, mantarayas, morenas cebra y ranisapos de Commerson. Hoy (ayer), llegó un barco llamado Fénix, con varios estudiantes ingleses. Es un día tranquilo. Hace sol, pero, a veces, llueve, esto se debe a que la isla está ubicada en un sitio de convergencia intertropical. Estar aquí es el sueño de cualquier persona amante de la naturaleza. Sin embargo, también es un trabajo sacrificado.
Nadie se puede enfermar. Salir de aquí representan más de 20 horas viaje en barco. Lo mejor es estar en muy buena condición. La tarde está cayendo y el sol ilumina las montañas… Vivir aquí, es mi sueño hecho realidad
Escrito por Geiner Golfin